¿Para qué volver a la esencia?

La primera vez que escuché la palabra esencia, referida al ser humano, me llamó muchísimo la atención.
Esencia: “aquello que constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente e invariable en ellas.” 
Volver a la esencia es volver a nuestra naturaleza, volver a lo que sigue ahí oculto por miles de capas que hemos ido colocando a lo largo de los años, de las vivencias, de las diferentes personas y circunstancias que nos hemos ido encontrando. Es volver a lo que en algún momento fuimos, antes de que empezáramos a mordernos la lengua, a cerrar los puños, a apretar los dientes para no dejar salir aquello que éramos por miedo a que no fuera bien recibido. Quizá ya se habían encargado de decirnos un “Eso no se hace, eso no se dice, eso no se toca”, o un “Tú ver, oír y callar”. Quizá no había hecho falta ni siquiera que nos lo dijeran. Cuántas cosas puede comunicar una mirada o un gesto. A buen entendedor pocas palabras bastan, y lxs niñxs son los mejores entendedores.

Volver a la esencia es conectar de nuevo con la alegría de vivir, con el ser feliz por el hecho de existir, con aceptar el ciclo “Vida, muerte, vida” del que habla Clarissa Pinkola Estés en su libro “Mujeres que corren con los lobos”.

“La naturaleza de la Vida/Muerte/Vida es un ciclo de nacimiento, desarrollo, declive y muerte, seguido siempre de un renacimiento. Este ciclo influye en toda la vida física y en todas las facetas de la vida psicológica. Todo -el sol, la luna, los asuntos de los seres humanos y de todas las más minúsculas criaturas- presenta esta palpitación, seguida de un titubeo y otra palpitación.

A diferencia de los seres humanos, los lobos no piensan que los altibajos de la vida, la energía, la fuerza, el alimento o las oportunidades sean sorprendentes o constituyan un castigo…la naturaleza instintiva posee la prodigiosa capacidad de vivir todas las circunstancias positivas y todas las consecuencias negativas sin interrumpir la relación con el yo y con los demás.

El lobo afronta los ciclos de la naturaleza y el destino con buena voluntad e ingenio y con la paciencia necesaria para permanecer unido a la propia pareja y vivir lo mejor que pueda durante el mayor tiempo posible.”

Volver a la esencia es dejar de engancharnos al sufrimiento, dejar de preguntarnos “¿Pero por qué me pasa esto a mí?”, dejar de lamentarnos y entrar, entrar en lo que verdaderamente hay: miedo, tristeza, rabia… ¿Acaso cuando éramos niños no vivíamos estas emociones? ¿cuando todavía no nos habían contado que son “emociones negativas”, y todavía no juzgábamos como nos sentíamos?

Volver a la esencia es quitarnos las etiquetas. Es dejar de decir de nosotrxs mismxs: “Sí, porque yo soy una persona paciente, simpática y respetuosa”, y abrirnos a la posibilidad de que también somos impacientes, antipáticas e irrespetuosas. Es dejar de actuar de cara a la galería. Dejar de hacer lo que se espera de nosotrxs. Dejar de juzgarnos. Es aceptar lo que hay en cada momento. Soltar todo lo que nos hemos cargado a las espaldas por fidelidad a la familia de origen y, con amor a lo recibido, hacer nuestras vidas. Es dejarnos en paz. Permitirnos la espontaneidad. Es abrazar la posibilidad de que estemos locos. Y decirnos que sí con todo el equipaje.
¿Creéis que los bebés se aman? Volvamos a la esencia, ¡amémonos de nuevo!.

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